La industria fósil conocía el impacto potencial del dióxido de carbono sobre el clima desde 1954
Lo sabían. Y mucho antes de lo que se pensaba. La
Air Pollution Foundation, una coalición de empresas automovilísticas y petroleras
de Estados Unidos, financió en 1954 una investigación en la que se reconocía el
impacto del dióxido de carbono (CO2) en el clima y la vida, y que sería el
germen de las mediciones diarias actuales de CO2 atmosférico más famosas del
mundo.
Esta información sale a la luz este miércoles tras
una investigación llevada a cabo por Rebecca John, investigadora del Climate
Investigations Center, y publicada en DeSmog –medio con el que colabora
Climática–.
Esta historia comienza en los años cincuenta. En
1953 se fundó la Southern California Air Pollution Foundation con el fin de
hacer frente al esmog (niebla propia de las grandes ciudades y producida por la
contaminación de los coches y la industria) de Los Ángeles. Las gigantes
American Motors, Chrysler, Ford y General Motors fueron algunas de las 18
empresas automovilísticas que aportaron dinero a la fundación.
Para averiguar más sobre este problema, la Air
Pollution Foundation autorizó en 1954 una investigación al respecto. El
encargado de llevarla a cabo (entre enero de 1955 y junio de 1956) fue uno de
los mayores referentes en la ciencia del clima: Charles David Keeling, creador
de la famosa «curva de Keeling», una gráfica iniciada al poco de este estudio
que evidencia el aumento, año tras año, de la concentración de CO2 en la
atmósfera. La fundación aportó 13.814 dólares (unos 158.000 dólares actuales)
para los trabajos realizados por el entonces joven investigador del Instituto
de Tecnología de California (Caltech).
Keeling falleció en 2005, pero su mundialmente
conocida curva sigue operativa gracias a su hijo, Ralph Keeling. En la
actualidad, el nivel de CO2 atmosférico es de 422 partes por millón, lo que
supone casi un tercio más que la primera lectura realizada en 1958 por Charles
Keeling (cuando arrancó sus mediciones desde el Observatorio de Mauna Loa, en
Hawái), y un 50% superior respecto a los niveles preindustriales.
Antes de que la Air Pollution Foundation autorizara
la investigación de Keeling (que consistió en medir los niveles de fondo de
dióxido de carbono por todo el oeste de los Estados Unidos), su director de
investigación, Samuel Epstein, le detalló a coalición el impacto potencial de
las emisiones de dióxido de carbono de origen humano. Según les transmitió
Epstein en una carta, las «posibles consecuencias de un cambio en la
concentración de CO2 en la atmósfera en relación con el clima… pueden resultar,
en última instancia, de considerable importancia para la civilización».
El experto hizo hincapié tanto en el impacto
potencial de la quema de «carbón y petróleo» sobre el clima de la Tierra como
en la necesidad de identificar «cambios en la atmósfera». Hasta ese momento, el
experto tenía clara la peligrosidad del CO2 en el clima, pero la contribución
de las emisiones de combustibles fósiles a la atmósfera aún no se había probado
en la práctica. Como explica la autora de la investigación, Rebecca John, a
Climática, «no conocemos todos los detalles de la reacción de la Air Pollution
Foundation a esta información, pero sí sabemos que siguió adelante y patrocinó
la investigación propuesta por Epstein». Y así fue: siendo conocedora de esto,
la fundación dio luz verde al trabajo de campo de Keeling, que, si bien tenía
como punto central saber más sobre el esmog, arrojó los primeros hallazgos
sobre el calentamiento global.
A Rebeca John le parece «asombroso» que Epstein, «un
científico del laboratorio que utilizó nuevas técnicas isotópicas (datación por
carbono) para calcular la edad experimental más antigua de la Tierra (4.600
millones de años), también dijera a la industria que podía utilizar las mismas
técnicas para calcular la cantidad de CO2 generado por los combustibles fósiles
que se expulsa a la atmósfera. Y que ese CO2 podía afectar potencialmente al
clima con graves consecuencias para la civilización. En 1954. Me parece
increíble», confiesa a Climática. Asimismo, pone en valor el documento de
conclusiones que presentó Keeling en 1956: «Es fascinante ver el meticuloso
cuidado que puso en medir el CO2 utilizando una revolucionaria técnica de
muestreo que él mismo desarrolló».
El trabajo de John, publicado en DeSmog gracias
documentos procedentes de los archivos de Caltech, los Archivos Nacionales de
EEUU, la Universidad de California en San Diego y periódicos de Los Ángeles de
los años cincuenta, representa lo que podría ser el primer caso en el que se le
advierte a la industria de los combustibles fósiles sobre las consecuencias
potencialmente nefastas de su modelo de negocio.
«Estos nuevos documentos demuestran que la industria
de los combustibles fósiles estuvo vinculada a la ciencia del clima desde los
inicios de ésta», cuenta Rebecca John. Para ella, esta investigación refleja
«una relación mucho más estrecha entre ciencia e industria de lo que la
industria de los combustibles fósiles había admitido hasta ahora».
Sin embargo, estos hallazgos no impidieron que,
décadas después, varios miembros y patrocinadores de la Air Pollution
Foundation –entre ellos el Instituto Americano del Petróleo (API), principal
grupo de presión de Estados Unidos en el sector del petróleo y el gas, la
Asociación de Fabricantes de Automóviles, Chevron; y BP, entre otros– llevaran
a cabo una campaña multimillonaria contra las políticas climáticas destinadas a
atajar el calentamiento global y promovieran la negación de la ciencia que
ellos mismos habían empezado a financiar.
Desde el siglo pasado y hasta la actualidad, las
grandes petroleras y empresas relacionadas con los combustibles fósiles han
tratado de socavar cualquier hallazgo en el campo de la ciencia climática.
También se han esforzado por retrasar cualquier intento de hacer frente al
cambio climático al entender que estas políticas suponían un ataque directo a
sus intereses.
En 1958,
Charles David Keeling dio inicio a las mediciones de dióxido de carbono
atmosférico en el Observatorio de Mauna Loa, en Hawái. Este hito es considerado
el inicio de las investigaciones modernas sobre el calentamiento global.
Keeling Papers, Special Collections & Archives, UC San Diego.
«El hecho de que la industria de los combustibles
fósiles financiara los primeros trabajos de Keeling (el germen de la ciencia
climática moderna) hoy suena como algo totalmente ridículo teniendo en cuenta
su posterior política negacionista y sus campañas de desprestigio contra los
científicos que han contribuido a esta ciencia en décadas posteriores», afirma
la investigadora.
Estos nuevos hallazgos son una prueba más de cómo la
industria fósil lleva décadas siendo conocedora de los impactos que causa su actividad.
Una investigación publicada hace ocho años por el medio InsideClimate News y
completada el año pasado por dos investigadores desveló cómo la petrolera Exxon
sabía, «con precisión» y desde la década de 1970, cómo afectaría el
calentamiento global al planeta.
«Comprender nuestro pasado es clave para transformar
nuestro futuro colectivo», concluye Rebecca John en referencia al posible
impacto de su investigación en la acción climática actual.
El reportaje forma parte de una serie de otros dos
artículos. En uno de ellos se explica cómo, en 1965, el entonces presidente de
Estados Unidos, Lyndon Baines Johnson, fue informado por primera vez sobre el
impacto del CO2, lo que demuestra que la acción climática federal podría haber
comenzado décadas antes. El otro artículo desvela que las grandes petroleras
financiaron la primera reunión conocida sobre CO2 y cambio climático, llamando
la atención nacional sobre los riesgos de la quema de combustibles fósiles.
.-
Comentarios
Publicar un comentario