Golpe al negocio de exportar a países pobres residuos peligrosos
Empresas ubicadas en las provincias de Álava, Vizcaya, Salamanca, Valencia y Madrid formaban parte de la organización
Enviar disolventes industriales a Libia o motores de vehículos a Irak o Ghana, países en los que el tratamiento de los residuos peligrosos por falta de medidas ambientales o mano de obra barata genera más beneficios, es un negocio ilegal que mueve anualmente hasta 17.000 millones de euros.
La Guardia Civil y la subdirección general de
Economía Circular del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto
Demográfico han desarticulado varios grupos dedicados a la explotación ilegal
de residuos peligrosos a terceros países y han detenido a 11 personas, en una
operación en la que han neutralizado varios flujos de estos materiales a países
con economías en desarrollo.
La organización, de la que formaban parte varias
empresas ubicadas en las provincias de Álava, Vizcaya, Salamanca, Valencia y
Madrid, se encargaba de adquirir los residuos en España, buscar los clientes en
países como Libia, Irak, Ghana o Guinea Bissau, y eludir el control de la
administración, llegando a utilizar para ello puertos de salida en Francia y
Portugal, ha informado la Guardia Civil en un comunicado.
La primera actuación fue en un puerto de Francia
donde se interceptó un contenedor cargado con disolventes con destino a Libia,
lo que llevó a los investigadores hasta unos gestores del País Vasco y a un
ciudadano libio que había posibilitado las exportaciones, ha explicado a Efe el
capitán Carlos Astrain, de la Unidad Central Operativa de Medio Ambiente
(UCOMA) del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia
Civil.
Este ciudadano libio, que no ha sido detenido, lleva
a la investigación hasta un centro autorizado de venta de vehículos en
Salamanca, que se dedicaba a enviar motores a Irak sin el correspondiente
certificado de descontaminación.
Los residuos se exportaban a distintas partes del
mundo, en función del tipo que se tratase.
Así, las empresas implicadas enviaban disolventes
industriales en grandes cantidades para ser eliminados en Libia.
Al parecer, estos componentes eran vertidos sin
control alguno, lo que reducía enormemente los costes, a pesar de que el
productor del residuo ya había pagado por su gestión.
La investigación permitió identificar también
empresas que se dedicaban a enviar motores de automóviles y camiones a Irak,
cuyo beneficio consistía en extraer la parte útil o los materiales reciclables
y desechar el resto sin ningún tipo de reciclaje.
Los líquidos contenidos en estos motores pueden
provocar una degradación de los suelos y la contaminación de los acuíferos de
la zona donde se desechan.
A partir de ahí, la investigación llevó a otro
centro autorizado de tratamiento de vehículos de Madrid que enviaba motores de
camiones a países subsaharianos como Ghana, Mali o Guinea Bissau.
Lo que hacían, según el capitán Astrain, era partir
los camiones para intentar meter en el contenedor la mayor cantidad posible de
material y una vez en los países de destino o bien los unían o bien usaban la
parte que les convenía y el resto lo vertían.
El ilícito consistía en evitar los controles de la
administración para no abonar los costes de estas exportaciones.
"Estos motores pueden ser usados o no, pueden
ser usados en parte y se trata de ahorrar costes en la gestión. Si tenemos que
eliminar esos residuos en España, como son peligrosos, el coste es muy
alto", precisa el capitán.
La falta de control en los países de destino
permitía el libre comercio de las mercancías, que posteriormente podían ser
recolocadas y puestas en circulación y abandonar el sobrante en el medio
ambiente.
Aparte del negocio ilícito, el principal problema es
el perjuicio para el medio ambiente que causan estas actuaciones en los países
destinatarios de los residuos, en los que "hay cero control
ambiental", subraya el capitán Astrain. EFE
.-
Comentarios
Publicar un comentario