Del incendio forestal a los incendios 2.0
infoJUCAR | Una reflexión de uno de los
especialistas que se han jugado la vida estos días por controlar el gran
incendio de Gran Canaria
© Por Ferran Dalmau – Rovira (@ferrandalmau78) | Ingeniero
Forestal. Técnico de Emergencias y Protección Civil | Desde Tafira Baja, Gran
Canaria, 21 de agosto de 2019
Estimad@s conciudadan@s:
Los incendios forestales evolucionan. Y lo hacen exactamente al mismo ritmo que
lo hacen la sociedad y el territorio. De hecho, cada vez es más evidente.
De los incendios de
nuestros ancestros que se apagaban con ramas, fuego rural (el que aplicaba
gente que conocía el medio y su manejo) y mucho empuje, se ha pasado a
incendios que en pocas horas pueden acabar con la vida de decenas de personas
(Grecia, 2018, con más de 100 víctimas mortales, por ejemplo…), quemar miles de
construcciones (Camp, 2018, con más de 18.000 edificaciones destruidas, por
ejemplo…) o quemar decenas de miles de hectáreas por hora (Chile, 2017, con
115.000 hectáreas en 14 horas, por ejemplo…). En la medida en la que la especie
humana ha modificado su forma de relación con el medio natural el fuego ha ido
ganando terreno. La forma en la que “lo urbano” se ha desentendido de “lo
rural” desemboca en incendios como el de estos días en Gran Canaria.
No nos equivoquemos. Los
incendios forestales son el síntoma de una enfermedad mucho más grave: la
despoblación y el abandono rural. Y la extinción de incendios forestales es un
cuidado paliativo. Pero no una cura. Si la sociedad en su conjunto, en un
escenario de Cambio Climático y, por ende, en un escenario de Emergencia
Climática, no entiende y atiende al hecho de que los problemas complejos (como
los incendios forestales) no aceptan soluciones simples ni simplistas,
seguiremos haciendo preguntas equivocadas para seguir aplicando respuestas
erróneas. Los incendios forestales son la consecuencia de una serie de
decisiones y actos que hemos consumado como sociedad. ¿Qué actos? Muchos.
Volvernos urbanos, cómodos, y ciertamente irresponsables. Urbanos porque el 80%
de la población en España ya es urbana. Pero el suelo forestal va camino del
60%... Tenemos grandes extensiones de terreno en las que no vive (ni trabaja,
ni “limpia” el monte, nadie…). Cómodos porque no queremos trabajar la tierra.
Eso es de pobres (o de inteligentes, responsables…). La gente quiere que su
equipo del deporte que sea gane, un buen teléfono, televisión por cable y aire
acondicionado. Todo importante, sin duda. Pero igual menos que otras cosas. E
irresponsables porque hemos dejado de aprovechar ese 60% del territorio. No nos
calentamos con leñas (combustible renovable en contraposición a los fósiles, no
renovables), no utilizamos madera ni otros productos agroforestales
(renovables, en contraposición a plásticos y otros materiales menos nobles) y
queremos frutas exóticas y comidas exquisitas, aunque vengan de la otra parte
del mundo sin importarnos nuestro sector primario (agricultura, ganadería,
aprovechamientos forestales…). Pero ¡si hasta tapamos nuestros vinos con
tapones sintéticos en lugar de utilizar corcho!
Si a esto, que ya es
complejo per se, le agregamos “el incendio social” (el incendio que se produce
en redes sociales mientras arde el monte, y que puede llegar a tener mucha más
intensidad que el propio incendio físico), y las intrigas palaciegas de los intereses
de cada cual, tenemos un panorama ciertamente complicado, y si me apuran,
desolador. Cada vez que se produce un Gran Incendio Forestal (de más de 500
hectáreas) o “GIF mediático” (que llama la atención de los medios de
comunicación, y haciendo un paralelismo con el GIF forestal, de más de 500
retweets) se producen situaciones que hablan de nosotros, como sociedad. Para
que se hagan una idea en el decenio de 2006 a 2015 en nuestro país, de media,
cada año, se produjeron 13.111 incendios y se quemaron, de media, al año
100.796 hectáreas. Eso da una media diaria de casi 36 incendios/día y 276
hectáreas/día.
¿De cuántos de esos
incendios se enteró usted? Sólo de algunos. Los que amenazaron zonas urbanas
normalmente, o se hicieron especialmente grandes. Del resto, ni flores. En el
caso concreto del Archipiélago Canario entre 2000 y 2015 se produjeron 1.723
incendios forestales, con una superficie afectada total de 62.119 hectáreas. Lo
que no suele ser noticia es que del total 1.433 se quedaron en fase de conato
(es decir, menos de una hectárea), y solamente 10 se convirtieron en Grandes
Incendios Forestales. Sólo estos son noticia. El “no incendio grande” no es
noticia. Aunque implique riesgo y trabajo duro igualmente, pero a usted no le
llega. Por eso aprovechamos estas ventanas de oportunidad para comunicar. Por
cierto, el 35% de incendios son por negligencias y causas accidentales. Miren
si nos ahorraríamos trabajo, dinero e impactos ambientales si la gente se
ahorrara el “es que yo no quería, pero la he liado parda” y aplicara el sentido
común (que como saben, es el menos común de los sentidos).
Desconocimiento,
desinformación, bulos, rumores, opiniones poco fundadas y mentiras. Fantástico,
¿eh? Algunas personas (algunas de ellas muy apreciadas por un servidor), se
desgañitan durante esos días explicando en redes sociales y medios de
comunicación, intentando hacer pedagogía, explicando por qué más aviones o más
helicópteros siguen siendo un cuidado paliativo (uno más adecuado que el otro
para los fuegos en Canarias, por cierto) y tratando de compartir su
conocimiento, adquirido con esfuerzo, estudio y experiencia, para recibir en
ocasiones a cambio un “esa es su opinión”… cuando no insultos, faltas de
respeto o desaires diversos… sí queridos conciudadanos y queridas
conciudadanas. Esos somos nosotros y nosotras. Los y las habitantes de este
siglo XXI en esta piedra gigante que gira alrededor del Astro Rey.
¿El abandono rural, la
comodidad moderna y la irresponsabilidad colectiva? Una causa. ¿El “cuñadismo”
y la falta de rigor? (Efecto de Dunning – Kruger, descrito en psicología) Una
causa. ¿El antroprocentrismo o los “ismos” urbanocéntricos? Una causa. ¿La
rebelión de los necios y que todo el mundo opine de todo, sepa o no algo de la
materia, habiendo superado la barrera de la barra del bar? (Umberto Ecco dixit)
Una causa. ¿Lo que mi amigo y escritor Lauder denomina los “Bargumentos”? Una
causa. ¿La política de “los animales primero”? (antes que las personas, digo)
Una causa. ¿La política de “no intervención” en el medio y la “sobreprotección”
del territorio? Otra causa. ¿Qué vayamos a la esquina en coche, nos calentemos
con combustibles fósiles y consideremos a los rurales unos paletos? Otra más.
¿Que el yo sea infinitamente más importante que el nosotros (Ubuntu)?
Seguramente una de las causas principales.
Conste que no juzgo y
que asumo de antemano que puedo estar equivocado. Solamente describo algunas
observaciones, y me hago preguntas. No me malinterpreten. O sí, háganlo.
Honestamente, con todo respeto, me da igual. No por nada, simplemente es que lo
más probable es que no nos conozcamos jamás. Ni usted me conocen a mí, así que
no pasa nada. Mi punto de vista es tan irrelevante como el suyo. Pero piense en
las causas que acabo de exponer y si cree que puede haber algo de cierto en
todo ello. Hay más. Y ahora, si no le importa, piense en consecuencias.
¿Los incendios
forestales? La consecuencia. ¿Los plásticos en el mar, las nubes y el hielo de
los glaciares? La consecuencia. ¿El deshielo de los polos? La consecuencia. ¿La
contaminación atmosférica y sus males derivados? La consecuencia. ¿La
contaminación de los acuíferos y los ríos? La consecuencia. ¿El márquetin verde
y la gente que va de eco pero sigue siendo insostenible? La consecuencia.
¿Muchas enfermedades relacionadas con parámetros ambientales? La consecuencia.
¿El antropoceno? (una capa de mugre que dejaremos como estrato geológico para
las generaciones venideras) Seguramente una de las consecuencias principales…
Deberíamos entender que
unas decisiones u otras, como sociedad, no son buenas o malas. Sólo nos traerán
unas consecuencias u otras. Y al menos, deberíamos ser consecuentes. Si se
producen consecuencias por nuestros actos, no nos quejemos. Si no nos gustan
las consecuencias, modifiquemos nuestros actos. Si no lo hacemos, al menos, por
dignidad, y coherencia, no nos quejemos. ¿Qué hace usted para que las cosas no
sean como son? Si la respuesta tiene que ver con actividad en redes sociales,
ya le contesto yo: seguramente, nada. Tenemos exactamente lo que nos merecemos
(como conjunto de individuos que viven en una sociedad) porque somos de mucho
opinar, pero de poco hacer. La realidad se cambia con acciones en el mundo
real. Mojándose, implicándose, haciendo (Saber, es hacer). Alimentadas por
redes si quieren, o aprovechando esa herramienta. Genial. Pero no se previenen
incendios con tweets o “whatsapps”. No se recuperan explotaciones agropecuarias
desde el sofá viendo series. No podemos comer bits. Ni respirarlos. Ni
bebérnoslos. Esos bienes y servicios se producen en los montes y en los campos.
En esos sitios que se queman a veces y vemos a través de un “teléfono
inteligente” (tan inteligente como la persona que lo maneja, seguramente). Por
acción o por omisión. Pero lo que nos pasa es la suma de los actos de todos y
cada uno de nosotros.
Podemos prevenir
incendios 2.0 y tratar de “no opinar” gratuitamente sobre cuestiones sobre las
que a lo mejor no somos duchos, o al menos, informarnos antes de hacerlo.
Siempre es bueno que se informe si le interesa. Podemos seguir como hasta hora,
“juntos de la mano hacia la extinción” que diría el grupo punk gallego
Siniestro Total, o podemos tomar conciencia, hacernos las preguntas adecuadas,
asumir las respuestas, no gusten, o no… y empezar a trabajar ya.
¿Qué prefieren?
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