Ecologistas en Acción alerta sobre los impactos radiactivos del nuevo almacén nuclear de Cofrentes
infoJUCAR | La
agrupación medioambiental alerta del riesgo de contaminación en la población
que consumen agua del río Júcar a través del canal Júcar-Turia así como del
regadío del Camp de Túria
A primeros de noviembre la compañía Iberdrola,
propietaria de la central nuclear de Cofrentes, anunció los primeros trámites
administrativos para la construcción de un Almacén Temporal Individualizado
(ATI) que albergue los residuos nucleares de esta central.
La empresa señala el año 2019 como plazo para
que comience a operar el almacén, cuya implantación justifica por el tamaño,
limitado, de las piscinas que actualmente albergan los residuos radiactivos.
Las piscinas “no están dimensionadas para almacenar todo el combustible usado
durante su vida operacional”, reconoce Iberdrola. Ubicada a dos kilómetros del
municipio de Cofrentes, la planta nuclear empezó a operar en 1984. En 2011 el
Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) renovó la autorización de explotación a
Iberdrola por una década, hasta 2021.
El ATI consiste en una losa de hormigón armado y
resistencia a los seísmos, con capacidad para almacenar 24 contenedores de
combustible: cilindros de acero y hormigón, de cinco metros de altura y 2,5 de
diámetro. El carácter “temporal” del ATI, argumenta la empresa, obedece a que
los desechos nucleares se enviarán en un futuro -con los del resto de plantas
del estado español- al municipio de Villar de Cañas, en la provincia de Cuenca,
donde el gobierno promueve la construcción de un Almacén Temporal Centralizado
(ATC). Sin embargo, esta iniciativa se halla actualmente en un limbo
jurídico-administrativo por la oposición del ejecutivo de Castilla-La Mancha.
En el estado español existen tres ATI operativos,
en las centrales nucleares de Trillo y Zorita, las dos en la provincia de
Guadalajara; y Ascó (Tarragona). Cuentan además con autorización gubernamental
para implantar el almacén temporal las plantas nucleares de Santa María de
Garoña (Burgos) y Almaraz (Cáceres). En el caso de Cofrentes, Ecologistes en
Acció del País Valencià ha manifestado una oposición frontal al ATI que
promueve Iberdrola. La organización ecologista ha remitido al Ministerio de
Medio Ambiente un escrito en el que afirma que la Declaración de Impacto
Ambiental del proyecto ha de incluir una valoración de los efectos radiológicos
del almacenamiento, y no sólo de los impactos ambientales, como –según el
documento dirigido al ministerio- propone Iberdrola.
En el escrito de sugerencias, Ecologistes en
Acció recuerda que el departamento de Medio Ambiente de la Generalitat
Valenciana ha de pronunciarse sobre el Almacén Temporal Individualizado que
tramita Iberdrola, ya que éste se emplazará dentro del recinto de la nuclear,
que a su vez se halla en un espacio de la Red Natura 2000 (red ecológica
europea de áreas de conservación de la biodiversidad); en concreto, se trata de
la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) Sierra de Martés-Muela de
Cortes; la federación ecologista advierte del impacto que la construcción de
nuevos viales, tendidos eléctricos y el incremento de los niveles radiológicos
podría tener en la ZEPA. Además de los riesgos apuntados, en un territorio
próximo se halla la Zona de Especial Conservación (ZEC) Valle de Ayora-Sierra
del Boquerón.
El documento enumera las posibles consecuencias
de fugas, accidentes y vertidos en una central nuclear “envejecida y con un
diseño de los años 70”. Por ejemplo, el riesgo de contaminación radiactiva en
el abastecimiento hídrico de Valencia y su área metropolitana (2,3 millones de
personas); Sagunto (100.000 habitantes) y sobre las cerca de 300.000 personas
que consumen agua del río Júcar a través del Canal Júcar-Túria. A ello
Ecologistes en Acció agrega el riesgo de contaminación radiactiva sobre decenas
de miles de hectáreas de regadío en las comarcas de la Ribera, Camp del Túria y
Camp de Morvedre; otra cifra subrayada por la organización ecologista es el
consumo de 20 hectómetros cúbicos anuales de agua de alta calidad del río Júcar,
sólo para refrigerar el reactor de la planta nuclear de Cofrentes.
Uno de los objetivos que se esconde tras el
proyecto del ATI, destaca el portavoz de Ecologistes en Acció del País
Valencià, Carlos Arribas, es “alargar el funcionamiento de la planta nuclear de
Cofrentes más allá de 2024, año en que habría que clausurarla al sobrepasar los
40 años de vida útil asignada a las centrales”. En cuanto al almacén de
residuos radiactivos, asegura Arribas, “tendrá que en funcionamiento en 2019,
porque ese año se les acaba el espacio para albergar combustible radiactivo en
las piscinas”. En este punto radica la importancia estratégica del ATI, según
Ecologistes en Acció: implica habilitar nuevos espacios para que la nuclear
continúe operativa durante otros doce años, hasta 2031. Tal vez las prisas de
la empresa se expliquen por la falta de sitio, al tiempo que el ATC de Villar
de Cañas (donde tendrían que trasladarse finalmente los combustibles
radiactivos) se mantiene en un estado de indeterminación, después que el
gobierno de Castilla-La Mancha aprobara en octubre de 2016 la ampliación de la
ZEPA de la Laguna de El Hito, en el entorno donde tendría que emplazarse el
ATC.
¿Qué conclusión cabe extraer de todos estos
cálculos? “La improvisación constante respecto a la energía nuclear”, sostiene
el portavoz ecologista; “desde el primer momento no se tuvo claro qué hacer con
los residuos radiactivos; ni siquiera las piscinas se diseñaron considerando
los 40 años de vida útil de la central nuclear”. Otra de las preocupaciones
apunta a los riesgos intrínsecos del material almacenado. Los 24 contenedores
del ATI, cada uno con 60 “elementos” combustibles, acumularán pastillas con
óxido de uranio, cesio, estroncio, yodo y plutonio, degradados tras el proceso
de fisión nuclear, explica Carlos Arribas. “El ATI acogerá elementos de
altísima radiactividad, que al aire libre provocarían una contaminación
altísima; por otro lado, a pesar del hormigón, el acero y los materiales de
protección, el blindaje no es absoluto”. Arribas recuerda otro factor de
riesgo: la proximidad de elementos radiactivos dentro del ATI, lo que podría
provocar una reacción de fisión nuclear.
En cuanto a las condiciones estructurales, la
planta de Cofrentes se resiente tras más de tres décadas de actividad. Las
organizaciones ecologistas alertan de materiales sometidos a una fuerte
presión, como la vasija del reactor, que con los años están sufriendo “fatiga”
y corrosión. Recuerdan asimismo que en plantas nucleares del tipo BWR (reactor
de agua en ebullición), como la de Cofrentes, el vapor de agua que moviliza la
turbina procede del núcleo del reactor; esto significa que se halla en contacto
con las barras de combustible de uranio, altamente radiactivo. Provoca
inquietud además el sistema de contención Markt-III, de Cofrentes, afirman
fuentes de Ecologites en Acció, pues “como se demostró en el accidente de
Fukushima no evita la explosión y salida al exterior de la radiactividad”.
Existen otros riesgos, como se constató en
octubre de 1982: los de inundación en la zona donde se ubica la central nuclear
de Cofrentes. El episodio de “gota fría” y las lluvias extraordinarias
ocurridas entre los días 19 y 21 inundaron las instalaciones de la planta
nuclear, entonces en obras. Las aguas del río Júcar, desatado, superaron el
puente de acceso al recinto nuclear y el aparcamiento anejo. “El agua que
procedía de la escorrentía de la parte trasera de la central inundó la sala de
control del reactor y también el acceso al almacén de uranio enriquecido”,
recuerdan fuentes de la organización ecologista. A pesar de los antecedentes,
el documento inicial del proyecto de ATI sitúa el almacén en una cota sólo
cuatro centímetros por encima de la cota inundable en caso de rotura de una
presa (la de Alarcón y la de Contreras son las que afectarían a la nuclear de
Cofrentes).
Por otro lado, la Agencia Efe informó el pasado
10 de mayo de un informe remitido a la UE sobre gestión “responsable” y
“segura” de los residuos radiactivos. El documento calcula en 188.000 metros
cúbicos –cifra comparable a 75 piscinas olímpicas- los desechos de baja y media
actividad de las centrales nucleares que España tendrá que gestionar hasta
2024. Según el documento facilitado a la agencia de prensa por el CSN, la mayor
generación de residuos nucleares de baja y media actividad correspondería
–según las previsiones- a la central de Cofrentes (3.316 metros cúbicos),
seguida de Amaraz (2.062), Ascó (1.948), Vandellós II (1.061), Garoña (939) y
Trillo (907). Sobre el proyecto de ATI de Cofrentes, Ecologistes en Acció ha
trasladado sus observaciones iniciales al ministerio, pero pide también un
posicionamiento claro a la Conselleria de Medio Ambiente del Gobierno
Valenciano. “Queremos que se mojen”, afirma Carlos Arribas, que pone el ejemplo
de la Junta de Extremadura y tanto el Gobierno como el Parlamento portugués,
que han manifestado su oposición al ATI de Almaraz. O el Gobierno de
Castilla-La Mancha, que ha rechazado el proyecto de ATC. Iberdrola está
iniciando los trámites del ATI en Cofrentes, pero “lo que se debería empezar es
la redacción del proyecto de desmantelamiento, con el fin de cerrar en 2024; el
proceso de cierre no es de un día para otro, durará años”.
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